TEMA ESPECIAL: EL ARREPENTIMIENTO (N.T.)

 

El arrepentimiento (junto con la fe) es un requisito del Pacto, tanto en el Antiguo (Nacham, BDB 636, KB 688, ejemplo, 13:12; 32:12, 14; Shuv, BDB 996, ejemplo, 1 Reyes 8:47; Ezequiel 14:6; 18:30); (vea el Tema Especial: Arrepentimiento [A.T.]), como en el Nuevo Testamento:

  1. Juan el Bautista (Mateo 3:2; Marcos 1:4; Lucas 3:3, 8)
  2. Jesús (Mateo 4:17; Marcos 1:15; Lucas 5:32, 13:3, 5; 15:7; 17:3)
  3. Pedro (Hechos 2:38; 3:19; 8:22; 11:18; 2 Pedro 3:9)
  4. Pablo (Hechos 13:24; 17:30; 20:21; 26:20; Romanos 2:4; 2 Corintios 2:9-10)

 

Pero, ¿qué es el arrepentimiento? ¿Es una tristeza espiritual? ¿Es el dejar de pecar? El mejor texto del Nuevo Testamento para entender las distintas connotaciones del concepto se encuentra en 2 Corintios 7:8-11, donde se usan tres términos griegos relacionados pero diferentes:

1. “Tristeza” (lupēo, véase versículo 8 (dos veces); 9 (tres veces), 10 (dos veces), 11). Significa dolor o angustia, y tiene una connotación teológica neutral.

2. “Arrepentimiento” (metanoeō, véase versículos  9-10). Es una palabra compuesta por “después” y “mente”, lo cual implica un nuevo modo de pensar, una mente nueva, una nueva actitud hacia la vida y hacia Dios. Este es el verdadero arrepentimiento.

3. “Pesar” (metamelomai, véase versículos 8 (dos veces), 10). Está formada por los términos “después” y “preocuparse”. En Mateo 27:3 se usa para Judas; y en Hebreos 12:16-17, para Esaú. Implica pesar por las consecuencias, no por los hechos realizados.

 

El arrepentimiento y la fe son necesarios en el Pacto (Marcos 1:15; Hechos 2:38, 41; 3:16, 19; 20:21). Algunos textos señalan que Dios es quien da el arrepentimiento (Hechos 5:31; 11:18; 2 Timoteo 2:25). Pero la mayoría de los textos lo consideran como una necesaria respuesta humana al Pacto y a la oferta de Dios de una salvación gratuita.

Tanto la definición griega como la hebrea son necesarias para comprender el significado integral del arrepentimiento. El hebreo exige “un cambio en la manera de actuar”, mientras que el griego requiere de “un cambio de mentalidad”. La persona salva recibe una nueva forma de pensar y un nuevo corazón (ver Ez. 36:26-27), piensa de manera diferente y vive de manera diferente. En vez de preguntar “¿qué hay en eso que me convenga a mí?” ahora la pregunta es “¿cuál es la voluntad de Dios para mí?” El arrepentimiento no es una emoción que se va poco a poco apagando ni un estado de total pureza; sino una nueva relación con el Santo que transforma al creyente progresivamente en una persona santa. No se trata tanto de lo que uno se abstenga de hacer que sea malo, sino el tener un nuevo enfoque o dirección en la vida. La caída del pecado nos hace a todos vernos cara a cara con el yo, pero el evangelio nos permite vernos cara a cara con Dios. El arrepentimiento es el dar la vuelta y alejarse de lo malo y la fe el volverse a Dios.

 

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